Toxinas marinas: un peligro oculto en el marisco

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¿Te gusta el marisco? ¿Te encanta comer mejillones, vieiras, cangrejos o langostas? Si es así, ¿alguna vez te has preguntado por qué a veces hay tantas intoxicaciones alimentarias relacionadas con este tipo de alimentos? No es por el marisco en sí, es debido a la presencia de toxinas marinas.

Figura 1. Imagen de una marea roja en La Jolla, California, U.S.A. Fuente de la imagen: Wikimedia.

El principal sustento de los organismos marinos filtradores, principalmente de los organismos bivalvos como los mejillones, son las algas planctónicas microscópicas. Estos organismos también constituyen una importante fuente de alimento para algunos crustáceos y peces. Hay alrededor de 5,000 especies de algas marinas conocidas y, aproximadamente, 300 de ellas pueden crecer de forma desproporcionada, produciendo así las denominadas floraciones de algas nocivas (en inglés Harmful Algal Blooms o HABs) [1].

Estos HABs provocan la decoloración del agua y le dan un color rojo o pardusco, una de las razones por las que también se les conoce como «mareas rojas». Además, algunas algas marinas pueden brillar en la oscuridad al producir bioluminiscencia. La mayoría de estos organismos brillan con un color azul muy característico, pero algunos también pueden producir bioluminiscencia naranja, verde o roja. Se cree que esta bioluminiscencia es producida por las algas marinas o bien como mecanismo de supervivencia para asustar a sus depredadores o bien para atraer depredadores más grandes a la zona, provocando la huida de sus propios depredadores.

El crecimiento excesivo de estas algas marinas puede ser muy peligroso. Las microalgas pueden formar una capa superficial muy densa, lo que puede causar la reducción drástica del oxígeno, provocando la muerte de peces y de organismos invertebrados. Esto ya es per se un problema desde el punto de vista medioambiental. Sin embargo, esta situación podría afectar también a la economía a nivel local o regional, ya que produce pérdidas en la pesca y en la acuicultura.

Figura 2. Imagen de un alga marina bioluminescente por la noche, un dinoflagelado (Lingulodinium polyedra). Fuente de la imagen: Wikimedia, by Mike.

Además, algunas especies de algas marinas son capaces de producir potentes toxinas (las denominadas ficotoxinas). Estas toxinas rara vez afectan a las especies filtradoras, pero pueden bioacumularse en la cadena alimentaria y finalmente ser consumidas por los seres humanos [2]. Aunque cocinar el marisco o el pescado puede disminuir los niveles de toxinas y su peligrosidad, este proceso muchas veces no es suficiente para erradicar por completo la presencia de las toxinas: aún pueden desencadenar efectos muy adversos al ser consumidos. Ésta es la razón principal de la intoxicación por marisco y la causa de muchos problemas digestivos.

Figura 3. Póster de la película The Birds (1963). Fuente de la imagen: Wikipedia.

Existen dos clasificaciones principales de las toxinas marinas. La primera de ellas se basa en su división según su estructura química, mientras que en la segunda clasificación se realiza según los síntomas observados tanto en animales de experimentación como en seres humanos. La sintomatología que produce el consumo de marisco contaminado (y en menor medida por el consumo de peces contaminados), es muy variada [3]. Los efectos más conocidos y frecuentes son los de tipo gastrointestinal (diarrea, náuseas o calambres abdominales). Suelen ser síntomas leves, con períodos de incubación que oscilan entre 30 minutos y 12 horas, y el individuo suele recuperarse por completo en tres días. Sin embargo, en algunos casos más graves, se requiere la hospitalización de los afectados. Al alcanzar un determinado umbral, algunos grupos de ficotoxinas también pueden producir alteraciones más peligrosas: de tipo neurológico o cardiovascular, como confusión, desorientación y rascado involuntario entre las primeras, o taquicardias e hipotensión entre las segundas.

El ácido domoico (DA) es la ficotoxina responsable de los efectos neurológicos más peligrosos observados hasta la fecha. Un ejemplo de sus alteraciones son los eventos ocurridos en el verano de 1961 en el norte de California, cuando cientos de aves, generalmente dóciles, atacaron a la gente y se lanzaron a ciegas contra las ventanas. Este episodio, que se dice que inspiró la película de Alfred Hitchcock Los Pájaros, podría constituir uno de los primeros informes de intoxicación por DA en la historia reciente. Aunque los mecanismos de detección de toxinas no estaban desarrollados en ese momento, es plausible la relación de la presencia de esta ficotoxina con el comportamiento inusual de las aves visto en la década de 1960.

DA también es responsable de otras alteraciones neurológicas, como la pérdida de la memoria a corto plazo. En altas concentraciones, esta ficotoxina puede incluso causar la muerte después del consumo de alimentos cocinados [4,5,6]. Se sabe que fue la toxina responsable de un incidente en 1987 en Canadá que provocó la muerte de cuatro personas y alteraciones neurológicas en los supervivientes. Una de las personas intoxicadas era una anciana que mostraba pérdida de memoria a corto plazo. La mujer era capaz de recordar que se había mudado desde el Reino Unido a Canadá muchos años antes, pero era incapaz de recordar qué había comido, ni dónde se había intoxicado [4,5,6].

Figura 4. Imagen del diátomo Pseudo-nitzschia, una de las algas marinas que produce la toxina ácido domoico. Esta toxina es una de las más peligrosas del mundo. A altas concentraciones, es incluso letal en ser humanos. Fuente de la imagen: Wikimedia, por Oregon State University.

Como resultado de los nocivos efectos de las toxinas marinas en la salud pública y en la economía regional, se han desarrollado en muchos países un gran número de métodos de detección para cuantificar la concentración de ficotoxinas en los organismos filtradores. Aunque la presencia de una marea roja generalmente implica la paralización de la actividad pesquera y de la acuicultura, muchas toxinas marinas son peligrosas incluso sin ningún cambio visible en el agua. De ahí que se empleen tecnologías como la técnica ELISA (acrónimo del inglés Enzyme-Linked ImmunoSorbent Assay: ‘ensayo por inmunoabsorción ligado a enzimas’), para la detección de las toxinas marinas en el marisco [7,8]. ELISA es un ensayo de bioquímica analítica muy común basado en el uso de anticuerpos dirigidos contra la proteína que queremos cuantificar. Este simple mecanismo hace que esta técnica se emplee mucho en diferentes sectores (incluso en el diagnóstico de la COVID-19). Si la concentración de ficotoxinas en los organismos excede un determinado umbral, implica que el marisco o los peces de la zona no se pueden consumir. Ésta es la razón principal por la que las autoridades locales pueden paralizar la pesca o las actividades acuícolas en las poblaciones costeras durante un período de tiempo determinado. Como la concentración de toxinas en los organismos filtrantes puede disminuir de manera natural (ya que metabolizarán las toxinas marinas), las actividades pesqueras se podrán reiniciar al cabo de un tiempo.

Sin embargo, a pesar de estos efectos nocivos que las toxinas marinas tienen en las poblaciones humanas, existen nuevos enfoques para estudiar estos compuestos naturales que son cada vez más populares. Una toxina es básicamente un compuesto muy activo con un efecto pernicioso en el organismo, motivo por el cual varios científicos han estado estudiando sus mecanismos de acción. Una mejor comprensión de los efectos nocivos de las ficotoxinas puede llevar no solo a su mejor prevención y al tratamiento de su toxicología, sino que, como esta actividad podría usarse como una herramienta para el tratamiento de enfermedades muy complejas, también podría ayudarnos a mejorar la salud de los seres humanos de una manera completamente diferente [9].

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Por Andrés Crespo Vieira (@ACrespoVieira), investigador en King’s College London.

Más información:

  1. Hallegraeff GM (1993).
  2. Costa PR, et al. (2003).
  3. Aune, T. (2001). Risk assessment of toxins associated with DSP, PSP and ASP in seafood. In: W.J. De Koe (ed). Mycotoxins and Phycotoxins in Perspective at the Turn of the Millennium. Proceedings of the X International IUPAC Symposium on Mycotoxins and Phycotoxins, pp. 515–526. Ponsen and Looyen,Wageningen, The Netherlands.
  4. Perl TM, et al. (1990).
  5. Teitelbaum JS, et al. (1990).
  6. Pulido OM (2008).
  7. Reguera, B (2002). Establecimiento de un programa de seguimiento de microalgas tóxicas. In: Floraciones Algales Nocivas en el Cono Sur Americano; Sar E.A.; Ferrario M.; Reguera B. (eds.). Instituto Español de Oceanografía, Madrid, España.
  8. Ye W, et al. (2019).
  9. Russo P, et al. (2015).

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