La movilidad se ha convertido en una característica definitoria de las carreras científicas en el siglo XXI. Si estás leyendo esto, probablemente sepas a qué me refiero. La ciencia prospera gracias al movimiento: de ideas, de personas y de conocimiento. Para los investigadores, la movilidad es más que un requisito profesional; es un salto hacia nuevas culturas, lenguas y formas de pensar que moldean no solo nuestro trabajo, sino también quiénes somos. Este viaje transformador fue el tema central de un reciente coloquio protagonizado por el Prof. Emilio Martínez-Pañeda, ganador del Premio CERU Emerging Talent 2024. Su historia, inspiradora para muchos de nosotros, me llevó a reflexionar sobre la promesa y la paradoja de la movilidad en la ciencia: un camino emocionante de crecimiento, a menudo entrelazado con desafíos personales, pero ensombrecido por la más profunda realidad de las limitaciones sistémicas.
Una espada de doble filo
Las reflexiones del Prof. Martínez-Pañeda durante el coloquio resonaron con muchos de nosotros. Su planteamiento sobre la dualidad de la movilidad en la carrera de un investigador reflejó experiencias compartidas y despertó empatía en quienes hemos vivido (y vivimos) esa realidad. Por un lado, la movilidad ofrece oportunidades incomparables: te permite conectar con mentores y colegas en diferentes países, exponerse a paradigmas científicos diversos, así como cultivar la autogestión y la autonomía, claves para el desarrollo académico. Estas son ventajas que muchos investigadores, incluido el Prof. Martínez-Pañeda, han aprovechado para crecer tanto profesional como personalmente.
Sin embargo, sus reflexiones también revelaron los desafíos que impone la movilidad. Navegar nuevas culturas e idiomas, adaptarse a entornos académicos desconocidos y equilibrar las demandas personales y profesionales son obstáculos que exigen resiliencia y adaptabilidad. Por ejemplo, compartió de manera anecdótica cómo el estilo de comunicación indirecto en el ámbito académico británico puede ser un desafío para aquellos acostumbrados a enfoques más directos, destacando las formas sutiles en que las diferencias culturales pueden impactar a los investigadores.
Pero estos retos personales son solo una parte de la ecuación. Las barreras sistémicas que enfrentan los investigadores—especialmente aquellos procedentes de instituciones con recursos limitados—representan el filo más cortante de esta espada. Las observaciones del Prof. Martínez-Pañeda evidenciaron las marcadas disparidades en recursos y oportunidades profesionales entre países. Aunque España produce investigadores altamente cualificados, a menudo no logra retenerlos debido a la falta de financiación, infraestructuras insuficientes y una visión estratégica limitada para la investigación y el desarrollo.
La brecha de recursos
La disparidad entre España y países como el Reino Unido es evidente. Aunque las universidades españolas forman investigadores de gran calidad y ofrecen una base académica sólida, a menudo carecen de los medios para retener ese talento. Muchos investigadores en España reciben una excelente formación, pero enfrentan oportunidades escasas y limitadas para avanzar en sus carreras a nivel local (o nacional). El Prof. Martínez-Pañeda destacó las notables diferencias en financiación para la investigación, infraestructura y planificación estratégica al comparar España con el Reino Unido.
«El sistema del Reino Unido ofrece un apoyo excepcional a los investigadores», señaló, destacando los núcleos concentrados de recursos, talento y colaboración que son centrales en su éxito. Esta rigurosa preparación es algo que las instituciones españolas luchan por replicar, pero la ausencia de ese respaldo a menudo resulta en una «fuga de cerebros» donde mentes brillantes son formadas en España pero se ven obligadas a buscar mejores oportunidades en el extranjero.
Este problema sistémico impone una carga pesada sobre los investigadores, quienes no solo deben afrontar los desafíos personales y profesionales de la movilidad, sino también compensar las deficiencias estructurales de sus instituciones de origen. En este contexto, la movilidad deja de ser un medio para expandir horizontes y se convierte en una necesidad para escapar de las limitaciones—una realidad que requiere atención urgente.
Una estrategia para retener talento
Las observaciones del Prof. Martínez-Pañeda plantean preguntas críticas sobre el futuro de la ciencia en España. Aunque el país invierte en formar investigadores, carece de una estrategia coherente para atraer y retener talento. Esta brecha se agrava por la limitada financiación para la investigación y las escasas oportunidades para el desarrollo profesional a largo plazo.
¿Qué podría hacer España de manera diferente? El Prof. Martínez-Pañeda sugiere observar modelos de otros países que han logrado construir ecosistemas exitosos para atraer y mantener talento. Fortalecer las asociaciones entre la academia, la industria y el gobierno podría crear los «núcleos de estímulos» necesarios para impulsar la innovación y ofrecer oportunidades competitivas a los investigadores.
Lecciones de la movilidad
A pesar de estos desafíos, el Prof. Martínez-Pañeda se mantiene optimista sobre el poder transformador de la movilidad. Abre puertas a nuevas formas de pensar, fomenta la resiliencia y promueve la colaboración global necesaria para abordar los retos científicos más urgentes. Sin embargo, como reflexionó: «La posibilidad de moverse es un privilegio, pero no debería ser la única opción para los investigadores que quieren prosperar».
España tiene el potencial de liderar en la formación de talento y la innovación. Al abordar los problemas sistémicos que empujan a los investigadores al extranjero, el país puede crear un entorno donde la movilidad sea una elección enriquecedora en lugar de una necesidad.
Para los investigadores, la movilidad es más que un paso en la carrera; es un viaje de descubrimiento. Para las instituciones y las naciones, es una oportunidad para construir comunidades científicas más fuertes y dinámicas. El desafío radica en equilibrar estas perspectivas y garantizar que la movilidad beneficie tanto al individuo como al sistema al que pertenece.

Por la Dra. Roser López Cruz (@roser.languagecoach), Profesora de español y Coach Lingüística, Universidad de Córdoba / University of Westminster.