¡Otra taza de café, por favor!

SHARE

Seguro que todos conocemos personas que a partir de las 12 del mediodía no pueden tomar café ya que, según dicen (a mí me cuesta entenderlo), si lo toman ya no consiguen dormir. Otras, en cambio (como es mi caso), pueden tomar mil tazas de café al día que duermen como un lirón. En mi caso, estoy segura de que no tendría ningún efecto secundario aunque me inyectasen café en vena. Entonces… ¿Por qué los efectos pueden ser tan dispares entre diferentes personas?

La cafeína del café, así como muchas otras medicinas y sustancias naturales, se procesan en nuestro cuerpo utilizando una vía conocida como vía del citocromo p450. Esta vía está formada por muchas proteínas que nos ayudan a modificar estas sustancias para así poder eliminarlas de nuestro sistema. Lo fácil sería que todas estas proteínas funcionarán igual en todos nosotros pero, así como no todos conducimos a la misma velocidad, nuestras proteínas no funcionan igual [1].

Cada una de las proteínas de la vía del citocromo tiene tres velocidades a causa de pequeños cambios (polimorfismos) en la «receta» que indica cómo deben formarse. De cada una de estas proteínas tenemos dos formas: una heredada de nuestro padre y otra de nuestra madre. Por ello, varias combinaciones acaban siendo posibles, aunque, en general, estas proteínas tienen tres velocidades (fenotipos metabolizadores): lenta, normal o ultrarrápida [1]; las cuales podríamos equiparar a la velocidad de un tractor, de un coche familiar o de un coche de fórmula 1 (véase Figura 1).

Figura 1. Fenotipos metabolizadores de las diferentes proteínas de la vía CYP450. Créditos de imagen: cerebriti, pixabay y freesvg.

Según lo rápido que «corran» nuestras proteínas (su fenotipo metabolizador), no deberíamos tomar café a partir de las 12, ya que podrían funcionar muy despacio y tardaríamos mucho en eliminar la cafeína de nuestro sistema. En este caso, la cafeína tiene un efecto muy prolongado (metabolizadores lentos). Por otro lado, nos podría pasar todo lo contrario si tenemos «metabolizadores ultrarrápidos» (como yo): si en lugar de café bebiéramos agua, no notaríamos la diferencia (¡excepto en el color y gusto!), ya que las proteínas en este caso funcionan tan rápido que acaban eliminando la cafeína antes de que ésta haga su efecto.

A su vez, también hay otro factor que puede afectarnos. Por ejemplo, por muy potente que sea nuestro coche, si hay mucho tráfico, no podemos correr, ¿verdad? Pues lo mismo les pasa a estas proteínas: si tomamos muchas sustancias (medicamentos o sustancias naturales) que se procesan por esa vía, ésta se satura y el coche de fórmula 1 funciona a la velocidad de un familiar (y el familiar a la del tractor). Por este motivo, es muy importante que nuestro médico sepa qué medicaciones tomamos y si tomamos remedios naturales. De este modo, es más sencillo poder valorar cómo combinar nuestros tratamientos y evitar que se formen «atascos» en nuestras vías metabólicas.

Los «atascos» o la circulación a «velocidad de tractor» son peligrosos cuando tomamos algunas medicinas porque pueden llegar a tener efectos secundarios que no queremos que se produzcan y que pueden llegar a ser muy peligrosos (véase Figura 2). Si lo que nos han recetado está en el cuerpo más rato de la cuenta, porque vamos a velocidad tractor, la probabilidad de que nos haga daño aumenta. En consecuencia, muchas veces un estudio farmacogenético puede ser de ayuda para comprender mejor qué está sucediendo.

Figura 2. Representación gráfica de la consecución de efecto y efectos adversos en los tres fenotipos metabolizadores. Crédito de imagen: freesvg.

Un momento… ¿»Farma-qué»? ¿Qué es eso? En pocas palabras, un estudio farmacogenético se usa para medir la velocidad de nuestras proteínas y exiten dos métodos diferentes para llevarlo a cabo. El primer método se basa en recoger una muestra de orina 24 horas tras haber tomado una medicina. En el laboratorio, se mide la cantidad del compuesto que hemos ingerido en la muestra de orina, lo que se puede acabar correlacionando con la velocidad a la cual la proteína lo ha eliminado de nuestro sistema. Alternativamente, también se pueden estudiar las «instrucciones» que hay que seguir para sintetizar la proteína (el código genético), ya que cambios en éstas pueden tener diferentes efectos (siguiendo con el ejemplo de los coches, imaginad que al fórmula 1 le ponemos el motor de un tractor).

En nuestro laboratorio, estudiamos dos genes asociados a la vía de CYP450. Por un lado, nos centramos en una proteína que metaboliza un fármaco utilizado como inmunosupresor en los trasplantes para reducir el riesgo de rechazo. En este caso, la proteína no sirve para eliminarlo, sino que se administra en una forma que no funciona y CYP3A5 lo modifica para que pueda tener efecto. Cuando esta proteína no funciona, el fármaco no hace efecto y, por lo tanto, el riesgo de que el trasplante vaya mal, aumenta [2]. Nosotros estudiamos la secuencia de CYP3A5 para extrapolar su velocidad y, acorde a nuestras estimaciones, aconsejamos poner éste u otro tratamiento. El otro gen que estudiamos es CYP2D6, ya que se encarga de eliminar uno de los fármacos disponibles para la Enfermedad de Gaucher (una enfermedad rara). En este caso, los pacientes con metabolizadores lentos tendrán que tomar una dosis menor para evitar los efectos secundarios, mientras que aquellos pacientes con metabolizadores ultrarrápidos no podrán tomarlo porque nos les hará ningún tipo de efecto [3].

Los estudios de farmacogenética cada día están más extendidos, ya que las politerapias, sobre todo en personas mayores, son comunes (qué abuelo no va con el pastillero lleno, ¿verdad?). Además, los avances en medicina hacen que cada vez tengamos más medicamentos, aunque la complejidad de éstos requiere un seguimiento estricto de la velocidad a la cual «circulan» por nuestro cuerpo. No solamente los fármacos utilizan estas proteínas, sino que también productos naturales de uso cotidiano como la valeriana, el té verde o el café las utilizan [4]. Por este motivo, es importante que nuestro médico sepa qué tomamos para establecer un tratamiento personalizado, adaptándose así a nuestros hábitos alimentarios.

Y con lo dicho, ¡me voy a tomar otro café! A mí no me hace efecto (¡soy un fórmula 1!), ¡pero me encanta su aroma!


Por Laura López de Frutos, @llopezdefrutos. Empleada en Fundación Española para el Estudio y Terapéutica de la Enfermedad de Gaucher y otras lisosomales (FEETEG).

Más información:

  1. Zanger UM & Schwab M (2013).
  2. Rojas L et al. (2015).
  3. López de Frutos L et al. (2020).
  4. García González S (2016).

SHARE

COMPARTIR