Los 7 horrocruxes del glioblastoma

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Parafraseando a Sócrates: «El único bien es el conocimiento y el único mal la ignorancia». Si los científicos tuviéramos que destacar algo positivo de la actual pandemia causada por SARS-CoV-2 sería el interés despertado por dar importancia a conocer la investigación biomédica. El cáncer es una de las pandemias silenciosas que ha padecido el ser humano a lo largo de los milenios, cuya desafortunada gravedad parece haber ocultado la propia pandemia.

Ningún órgano o tejido se salva de poder desarrollar cáncer. Puede parecer increíble, pero hasta el propio cerebro también puede tener cáncer. El glioblastoma es el cáncer cerebral más agresivo de todos. Se estima que la supervivencia media alcanza los 14.6 meses tras el diagnóstico. Escasamente alrededor de un 5% de las personas con glioblastoma sobreviven más de 5 años.

Para entender las bases moleculares del glioblastoma, y coincidiendo con el 20 aniversario de Harry Potter, quiero hablar de horrocruxes. Su acérrimo enemigo, Lord Voldemort, pretendió alcanzar la inmortalidad ocultando siete fragmentos de su alma en objetos llamados horrocruxes. De forma similar, las mutaciones acumuladas en las células del cerebro favorecen su transformación en células de este devastador tumor que sienta sus bases de inmortalidad en siete características fundamentales. ¡Descubramos cuáles son los 7 horrocruxes del glioblastomaque los científicos, pipeta en mano cual Harry Potters, debemos combatir para hacerle frente!

Figura 1: Los 7 horrocruxes del glioblastoma. Las siete características del glioblastoma que explican por qué es un cáncer tan agresivo y tan difícil de tratar.

El primer horrocrux del glioblastoma es el mosaico de células. En concreto, la masa tumoral está compuesta por células de características genéticas y moleculares muy diversas, siendo incluso muy heterogéneas entre sí. Consecuentemente, esto dificulta encontrar un tratamiento eficaz para este tipo de cáncer, ya que dicha heterogeneidad es es una propiedad inherente de las células madre de glioblastoma. Estas células podrían relacionarse con los objetos dorados hechizados que rodeaban uno de los horrocruxes que encontró Harry Potter: si se tocaban por error, comenzaban a multiplicarse exponencialmente. Algo similar ocurre cuando el tumor cerebral ha sido eliminado por cirugía: los remanentes de células madre de glioblastoma que permanecen alojados en el cerebro son capaces de multiplicarse exponencialmente, repoblando con nuevas células tumorales el nicho donde se encontraba el cáncer. De esta manera, el glioblastoma resurge. Por este motivo, el glioblastoma es un tumor recidivante o recurrente, es decir, que tiene la capacidad de reaparecer con cierta frecuencia incluso tiempo después de haber sido vencido. Como mucha gente dice, «las segundas partes nunca fueron buenas» y, en este caso, la segunda aparición del glioblastoma suele asociarse con una alta resistencia a tratamientos de radioterapia y quimioterapia.

Por si fuera poco, a diferencia de otros tipos de cáncer, el glioblastoma está protegido por un escudo natural debido a su localización en el cerebro: la barrera hematoencefálica. Se trata de un filtro de moléculas que selecciona aquellas que pueden acceder al Sistema Nervioso Central. Solamente moléculas pequeñas y lipofílicas con más afinidad por los lípidos que por el agua pueden atravesar esta barrera. Hay que tener en cuenta que la barrera hematoencefálica es muy selectiva y no solamente con las moléculas nutrientes y de desecho del organismo, sino también con los fármacos. Se calcula que hasta un 98% de todas estas moléculas, incluyedo fármacos para la detección y el tratamiento del glioblastoma, no son capaces de acceder al Sistema Nervioso Central o, por lo menos, de alcanzar dosis terapéuticas. Por este motivo es imprescindible desarrollar nuevos diseños moleculares que permitan tratamientos personalizados más eficaces. Los nuevos abordajes clínicos del glioblastoma se basan en la nanomedicina (desde nanoanticuerpos y nanopartículas hasta virus capaces de destruir células tumorales) y la inmunoterapia (métodos que hacen visible la existencia de la masa tumoral a los ojos del sistema inmunitario, para así activarlo). Estas disciplinas se basan en «chivatos moleculares» que permiten desarrollar nuevos diagnósticos y tratamientos dirigidos exclusivamente a la masa tumoral. Son moléculas exclusivas de las células del glioblastoma que surgen de la anarquía molecular que el propio tumor promueve para salvaguardar su inmortalidad. Sin embargo, a pesar de favorecer su desarrollo, los chivatos moleculares son los faros que indican la presencia del tumor y definen sus características biológicas. Una vez conocemos un chivato molecular, podemos emplearlo en nuestro beneficio para hacer frente al cáncer con novedosos tratamientos dirigidos. Si los relacionamos con términos de Harry Potter, podríamos compararlos con ser el horrocrux “no deseado” del propio glioblastoma.

En resumen, los 7 horrocruxes del glioblastoma engloban el conocimiento al que se ha llegado durante décadas de trabajo de investigación. Las 20 horas de películas de Harry Potter recaudaron más de 7.700 millones de dólares, ¡imaginad lo que se podría hacer con esta cantidad de dinero en Ciencia e Investigación en España! Si el único bien es el conocimiento, apostemos realmente por él.


Por Eduardo Ruiz López, @eduruiz_94. Investigador posdoctoral en la Asociación Española contra el Cáncer del Instituto de Investigación Sanitaria Aragón (IIS Aragón), Spain.

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