En la sociedad occidental actual se suele enfatizar la idea de que el individuo es el único responsable de su éxito y de su fracaso, lo cual empodera y a la vez puede generar una intensa sensación de culpa. La presión por evitar el fracaso puede arrastrar a llevar estilos de vida insostenibles con las limitaciones que impone el propio cuerpo. Afortunadamente, durante los últimos años se está tomando una mayor conciencia de la salud física y mental en diversos ámbitos de nuestra vida, también en el laboral. La comunidad científica es uno de los colectivos que ha identificado la existencia de dinámicas de trabajo poco saludables en su propio gremio, donde son muy habituales. Los científicos más jóvenes que empiezan su carrera investigadora son los más propensos a dichas prácticas. Por ello, recientemente, se ha empezado a evaluar el impacto en su salud.
“Padezco estrés en el trabajo y no soy científico. ¿Es realmente tan diferente mi situación de la de los investigadores?”
Una pregunta recurrente es si realmente la profesión científica se diferencia tanto de otras y por qué. Se podría decir que no existen profesiones exentas de estrés: cada caso es diferente y cada persona posee herramientas distintas para enfrentarse a situaciones complicadas. Sin embargo, los datos nos dicen que los científicos en sus primeros años de carrera tienen un mayor riesgo de padecer trastornos psicológicos en comparación con el resto de la población.
Si ahondamos en la evidencia, un estudio de 2017 [1] evaluó la prevalencia de problemas relacionados con la salud mental en una muestra representativa de estudiantes de postgrado en Bélgica en relación con otros grupos de población con estudios superiores. Dicho trabajo predijo que un 32% de los estudiantes de doctorado tenían un riesgo elevado de padecer un trastorno psicológico común, especialmente depresión. En la siguiente gráfica (Fig. 1) se muestran dos de los indicadores medidos:
En un artículo posterior, publicado en Nature Biotechnology [2], se analizó una muestra de más de 2000 estudiantes, mayoritariamente de doctorado, y en él se llegó a conclusiones similares. Este estudio identificó que el grupo de estudiantes de postgrado presentaba una probabilidad seis veces mayor a experimentar ansiedad y depresión en comparación con el resto de la población. Además, reveló que un 39% de estudiantes padecían síntomas de depresión de moderada a severa (en la población general era tan sólo de un 6%).
En noviembre de 2019, la revista Nature publicó un artículo [3] basado en la encuesta con mayor participación realizada hasta la fecha en este tema. En ella, 6000 estudiantes predoctorales respondieron a cuestiones que tenían que ver no sólo con indicadores de estrés, sino también con la satisfacción relacionada con diferentes aspectos del doctorado. Como cabría imaginar en una profesión altamente vocacional, no todo fueron motivos de preocupación, dado que un 75% de los encuestados declaró estar algo o muy satisfecho. Sin embargo, el 36% de ellos padecían síntomas de ansiedad o depresión.
¿Qué factores subyacen a estas cifras y qué podemos hacer para mejorar la situación?
Existen algunos factores comunes entre los condicionantes que afectan a los investigadores en el trabajo. Algunos de ellos tienen que ver con la precariedad laboral: un salario menos competitivo que en profesiones que requieren una cualificación similar, la incertidumbre de los contratos de corta duración o la necesidad, en muchas ocasiones, de mudarse a otra ciudad, o incluso a otro país, cuando el contrato se termina… Otro factor es el alto nivel de exigencia que impone el sistema de publicaciones por el cual se evalúan los méritos científicos (de ellos puede depender el próximo contrato). Otros condicionantes más sutiles que pueden entrar en el cómputo del bienestar tienen que ver con la barrera tan difusa que existe entre lo personal y lo profesional, desvaneciéndose así los límites de lo que conocemos como jornada laboral –y que los éxitos y desventuras profesionales se identifiquen fuertemente con la valía como persona.
En palabras de la psicóloga sanitaria Elena Montero [4], fundadora de la clínica Sentido Psicología, los investigadores “se enfrentan a un gran reto, muy amplio, con muchas dificultades que deben ir resolviendo por sí mismos y que no es comparable a ninguna de las situaciones a las que se han enfrentado hasta el momento.” Según Elena, además, “los hitos a lo largo del doctorado son difusos y muy distanciados y la percepción de recursos, tanto materiales como humanos, es limitada. Todo ello da lugar a una sensación de indefensión y a un desgaste importante.” En la siguiente guía (Fig. 2), ella facilita una serie de consejos prácticos dirigidos a estudiantes de doctorado.
En países como Reino Unido hace tiempo que las universidades han establecido sistemas para hacer frente a la demanda de atención psicológica de trabajadores y estudiantes. El Imperial College y en la University College of London, por ejemplo, ofrecen servicios de asistencia psicológica [5] [6], así como también la Universidad de Edimburgo [7]. Sin embargo, incluso estos servicios pueden resultar insuficientes. Por ese motivo, la organización de Científicos Españoles en Reino Unido (CERU) y otras asociaciones sin ánimo de lucro están llevando a cabo acciones en este ámbido. CERU un programa de mentorazgom [8] que contribuye a allanar el camino a los estudiantes y científicos que lo soliciten. Además, ha organizado eventos divulgativos y prácticos sobre salud mental [9] [10]. Por su parte, la asociación internacional Marie Curie Alumni tiene prevista la celebración de una jornada sobre el bienestar de los investigadores y la cultura investigadora este marzo [11].
Por desgracia, España no cuenta todavía con el nivel de apoyo institucional con el que cuenta Reino Unido. Por este motivo la iniciativa ciudadana es especialmente importante. Por ejemplo, Scientists Dating Forum (SciDF), una asociación en Barcelona cuyo principal objetivo es crear conciencia del valor que aporta la ciencia a la sociedad, ha estado realizando durante el último año talleres sobre salud mental dirigidos a estudiantes de doctorado [12].
A pesar de lo preocupantes que son las cifras, el hecho de que se estén realizando estudios más exhaustivos y, sobre todo, que se estén llevando a cabo medidas para actuar sobre el problema, es indicativo de una tendencia de mejora. Sin embargo, algunos de los condicionantes, como el sistema de publicaciones y evaluación de méritos científicos, requieren de cambios profundos que afectan a cómo la actividad científica se concibe hoy en día. Por este motivo la implicación de todos los actores responsables será clave para seguir haciendo ciencia de calidad con científicos más satisfechos.
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Por Berta Gallego Páramo (@bertagallegop), Doctora en Fisiología Vegetal y desarrolladora de aplicaciones científicas en el Real Jardín Botánico, Kew (Londres).
Más información:
- Levecque et al., 2017.
- Evans et al., 2019.
- Woolston 2019.
- Página web de la psicóloga sanitaria Elena Montero.
- Servicio de asistencia psicológica en el Imperial College (Londres).
- Servicio de asistencia psicológica en la University College of London.
- Servicio de asistencia psicológica en la Universidad de Edimburgo.
- Programa de mentorazgo en CERU.
- Eventos divulgativos y prácticos sobre salud mental organizados por CERU.
- Taller de salud mento organizado por CERU.
- Jornada sobre el bienestar de los investigadores y la cultura investigadora organizada por la asociación internacional Marie Curie Alumni.
- Talleres sobre salud mental organizados por Scientists Dating Forum.