Vamos de expedición de pesca… arqueológica

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Crecí en una ciudad del sur de Madrid, muy alejada de la costa o de cualquier tipo de ambiente marino. Sin embargo, recuerdo quedarme totalmente maravillada con aquellos documentales de naturaleza sobre nuestros océanos: innumerables peces aparecían en aquellas escenas, ¡colmaban las imágenes de colores y de formas! Pero aquellos documentales ya empezaban a poner de manifiesto el impacto humano en estos increíbles océanos. A pesar de aquellos mensajes de alarma, hoy en día aún estamos preguntándonos cómo de importante es el impacto del ser humano -¡incluso si hay impacto alguno!- y en su caso, cuáles son las consecuencias.

Hoy, junto a mi equipo de investigación, estoy  yendo atrás en el tiempo para evaluar la gravedad y la rapidez de la explotación humana en nuestros mares. Para ello estamos utilizando como caso de estudio, una especie de pez cuyas poblaciones se están viendo reducidas drásticamente en la actualidad: la merluza europea (Merluccius merluccius L. 1758). Y es que según la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN: International Union for Conservation of Nature), el número de individuos de esta especie se considera en descenso y sus zonas de pesca (caladeros) en la península Ibérica y Canarias se categorizan como sobreexplotados e incluso agotados.

Muestras de merluza arqueológicas en proceso de extracción del colágeno. (Foto: L. Llorente)

Pero, ¿desde cuándo viene pasando esto? ¿Hemos estado pescando la merluza con tanta intensidad desde siempre? ¿Ha habido algún efecto en algún momento en las poblaciones de merluzas? Gracias a la Arqueología (el estudio del pasado de las poblaciones humanas a través de la recuperación de materiales, incluyendo los orgánicos) y a determinados análisis químicos, estamos intentando averiguar cuál es el impacto de diferentes  tipos de actividades pesqueras a lo largo del tiempo. Por ejemplo, se puede decir mucho del estado de las poblaciones de peces comprobando si la talla de una especie de pez, en nuestro caso la merluza, varía a lo largo del tiempo.

Hoy en día, con una longitud media de entre 30-60 cm, podemos considerar a la merluza como uno de los pescados grandes del supermercado -hasta 1,5 kg de pescado en el plato, no está mal se podría pensar, ¿verdad?. El problema es que parece que en la Edad Media y en época romana, nuestras merluzas tenían una talla mayor, ¡más de 75 cm de media! Y antes de las grandes factorías de pescado del Imperio Romano, las merluzas eran todavía mayores. Esto no sólo significa que esta especie es ahora más pequeña sino que su biología ha podido cambiar también. Para evaluar esto, estamos realizando análisis isotópicos del colágeno (observamos si hay alguna variación en la proporción de las diferentes formas del carbono, por un lado, y entre las de nitrógeno, por otro, en la proteína que compone mayoritariamente la parte orgánica de los huesos) conservado en los huesos arqueológicos de merluzas de la península Ibérica desde el neolítico hasta el siglo XIX, así como especímenes actuales, del siglo XXI. Con estos análisis podemos diferenciar poblaciones de merluza de distintas regiones  y además comprobar si ha habido algún cambio en su alimentación, referente al tipo de presas que come o su proporción a lo largo del tiempo. Es decir, si ha permanecido en el mismo nivel trófico o, por el contrario, el cambio de talla por un lado, y la situación de las poblaciones de sus presas, por otro, ha afectado a su posición trófica. De esta forma además, no sólo analizamos la situación de la merluza sino que también está especie de pez se convierte en una especie de indicador de lo que está pasando en su ecosistema.

Colágeno encapsulado para su análisis isotópico. (Foto: L. Llorente)

Y no hay que olvidar que los ecosistemas marinos proveen comida para casi la mitad de los  más de 7 billones de personas que hoy habitamos el planeta. En un escenario de crecimiento poblacional, el cambio climático remodelará tanto la diversidad marina como la producción pesquera.  Necesitamos unir fuerzas entre disciplinas  científicas y de investigación para conservar esta biodiversidad, así como asegurar una actividad pesquera sostenible. Por qué no tomar algunas lecciones de nuestro pasado para gestionar nuestros oceános en el presente por el futuro de éstos.

Por Dr. Laura Llorente Rodríguez, Investigadora Postdoctoral Marie Curie, BioArCh-Departmento de Arqueología, Universidad de York. SRUK Delegación de Yorkshire.

Más información:

https://www.york.ac.uk/archaeology/centres-facilites/bioarch/

Perfiles de la autora:

Researchgate

Academia

Universidad de York

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