Todos envejecemos

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Es ley de vida. Pero ¿por qué envejecemos? ¿qué es el envejecimiento? Sabemos que es un proceso heterogéneo, complejo, y multifactorial: no todos envejecemos del mismo modo ni a la misma velocidad; unas personas envejecen más rápido que otras. Esto se debe en parte a nuestra herencia genética (sobre la que no podemos hacer nada), pero también a nuestro estilo de vida (nuestra dieta, el estrés, el sedentarismo, dónde vivimos…).

A lo largo de la vida, vamos acumulando gradualmente en nuestro cuerpo un tipo de células llamadas senescentes. Se parecen mucho a las células normales, sin embargo, no son ni tan ágiles ni tan eficaces. Son células cansadas de tanto trabajo, que trabajan más lentamente y presentan unas características especiales. Se cree que su acumulación está íntimamente ligada a la aparición de enfermedades propias del envejecimiento, como la demencia, el cáncer o las enfermedades cardiovasculares. Por eso, estas células se usan como modelo para estudiar lo que nos pasa cuando envejecemos.

Célula senescente teñida de azul

Las células senescentes son especiales y, entre otras cosas, se ha visto que presentan una regulación de sus genes diferente a las células jóvenes, debido a defectos en un proceso llamado “splicing”. El splicing es un tipo de edición alternativa, una especie de “corta-pega”, por el cual la célula puede generar diferentes proteínas partiendo del mismo mensaje.

Imaginemos el ADN como un libro de recetas, en el que hay instrucciones básicas (genes) para cocinar diferentes platos (proteínas). Sin embargo, a la hora de ponernos a cocinar, podemos adaptar estas recetas gracias a este proceso de edición, realizándolas de manera ligeramente diferente, para ajustarnos a las diversas situaciones de la vida diaria.

Por ejemplo, tenemos la receta de la paella, pero hoy viene a comer nuestro hermano que es vegano, así que la modificamos ligeramente y la hacemos solo de verduras. Mañana no tenemos marisco porque se nos olvidó comprarlo y la hacemos solo de carne. Así, con la misma receta, somos capaces de adaptarnos a las circunstancias diarias, y cumplir con nuestro objetivo de comer paella.

A la célula le ocurre lo mismo, el ADN le da la receta y es el mecanismo de edición, el que, ajustándose a las circunstancias y necesidades, modifica la receta convenientemente, generando diferentes versiones de la misma proteína. Este proceso es crucial durante toda nuestra vida y nos hace superar con éxito las distintas situaciones. Sin embargo, al ir envejeciendo, la célula va perdiendo esa capacidad de adaptar recetas y se reduce el proceso de edición alternativa. Ante cualquier circunstancia, la célula solo va a ser capaz de cocinar la paella estándar, lo que va a causarnos problemas. Si esto ocurre en una célula, no pasa nada. Pero cuando tenemos un 60-80% de células senescentes incapaces de adaptarse a los desafíos de la vida, es cuando empezamos a tener dificultades.

Si no sabemos regular nuestros niveles de glucosa, desarrollaremos diabetes mellitus; si no sabemos degradar proteínas, podríamos desarrollar Alzheimer o Parkinson; si no podemos regular nuestra tensión arterial, desarrollaremos riesgo cardiovascular. Esto es lo que pasa cuando envejecemos, vamos perdiendo la habilidad de adaptarnos y, poco a poco, vamos fallando en los desafíos diarios, de forma que aparecen las enfermedades típicas del envejecimiento.

Sin embargo, no todo son malas noticias. Recientemente hemos visto cómo podemos llegar a modular la edición alternativa de forma artificial, devolviéndole a la célula senescente su capacidad de enfrentarse a los retos diarios como lo hace una célula joven. En nuestro laboratorio estamos descubriendo el papel que juegan los factores que regulan este proceso de edición alternativa en el envejecimiento y cómo modulando estos factores podemos incidir en la velocidad a la cual envejecemos.

La investigación del envejecimiento está en auge y no solo para crear terapias antienvejecimiento que nos permitan ser jóvenes mucho más tiempo, sino que estamos descubriendo qué pasa cuando envejecemos, abriendo la puerta a nuevos potenciales tratamientos para las enfermedades asociadas al envejecimiento como el Alzheimer o la diabetes, las cuales son culpables de gran parte del gasto sanitario, de la reducción de la calidad de vida y del incremento de la dependencia de nuestros mayores.

Por Dr Eva Latorre Duque. investigadora Postdoctoral en el Instituto de Ciencias Biomedicas y Clínicas, Universidad de Exeter. Delegación de CERU en Southwest.

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